Ha amanecido

Despertar, comenzar con el lujo exorbitante de la pretension. Sentir el agua, el jabon,percibir aromas humedos, tambalearse hasta el espejo. Tiempo para reconocerse, aunque haya miedo de por medio, saberse gastado, disminuido. La ropa, las mentiras, al primer calcetin, el desodorante, los grilletes, el perfume, los zapatos, la agonia que viene creciendo desde el primer llanto sigue su lento, seguro derrotero, repta por la mano mientras la taza termica con cafe inicia su viaje secuencial a mi boca, el trago largo que quema, el dulce castigo que merezco y no, los pensamientos mosca, rapidos y estupidos, las llaves, el absurdo espantoso, horrible, la puerta.
La primer bocanada, el placer condenado,condonado, encadenado.El miedo. Y no el miedo banal del hombre agazapado con cualquier necesidad y una navaja, o al cancer o a los aviones piloteados por pakistanies o al ebrio en el freeway o a cualquiera de esos monstruos que han aprendido a cohabitar con nosotros, pero el Miedo, ese que no se explica, pero se entiende igual porque vive en todos nosotros, nos ata con la misma cuerdita patetica.
El camino, los rostros, la soledad, las represiones, el semaforo que te detiene, el estacionamiento, el hastio, el hartazgo, el grito que hierve en la garganta y nunca nace. La locura de alzar la mano, el ridiculo de decir buenos dias como estas y sentir la verguenza arder en las mejillas.