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Réquiem, otro.

Yo no quería quererte. Yo quería los minutos vivos de tu risa. Yo quería el tacto ocasional de tu hombro en el mío, quería la charla, el camino a casa. Quería la alegría de la arena en tu cabello, los ojos llenos de sol y preguntas. Quería el cansancio después de la carcajada los alientos mutuos, las buenas noches Quería la mañana esperada, el brazo sobre el día, como la tregua ansiada. Todo y nada. Media sonrisa, no sé ni que quería.

Cuerpo, celestial y errante

Nadaba y esperaba que las olas te arrancaran. Esperaba que la sal me sacara el hielo. Esperaba que el sol, que el viento. La marea igual sabía a caricias. Tercas, torpes caricias para nadie. En la arena moría un pez globo. Nada va a detenerse, ni a pasar de diferente manera. Cada día, abres la puerta para dejar pasar otro día. Y pasa, inexorablemente, con sus horas largas y sus horas rápidas, pasa con sus pequeñas miserias y sus glorias instantáneas, su tedio y su emoción discreta. El día llano y la noche calma. No quisiste esto. En el mar, en la amable lucha con las olas, entiendo que no entendía y que eso era el lastre en mis brazos, en mis párpados. No querías nada, ni a mi, ni lo que traían mis manos. No supe que querías, nunca. Por tanto, no sabía quién eras, que eras. No sabía tu trayectoria. Eres un cuerpo salvaje, sin órbita. ¿Como podía orbitárte, sin resultar dañado? Inasible, insostenible y ajena, finalmente ajena. Siempre hay un destino para los cuerpos celestiales,

El círculo

Te van a decir muchas cosas. Van a buscar las maneras más y menos convencionales, de lograr que tu silencio sea lo primero que hable de ti. Te van a quitar la voz, dejándote hablar. Confían en el miedo, en el tuyo y en el de ellos. Están absolutamente seguros de ese comercio oscuro, que se da entre el mundo, la seguridad y el tedio. Y esperarán. No mucho y nunca infructuosamente. Su aparato es casi infalible y siempre produce algo. Por lo menos, más miedo. No pasa demasiado tiempo en éste mundo sin que algo estalle, parecemos destinados a perpetuarnos en destrucciones. Lo sabemos y lo esperamos, casi lo buscamos. Levantarse y enterarse de una nueva atrocidad se ha vuelto una constante, tanto, que las abominaciones tienen rostros familiares. El desayuno siempre está salpicado de sangre, de verguenza y lástima efímera, luego ya, la vida. Seguimos, porque en realidad detenerse carece aún más de significado. Seguimos y el trayecto a la oficina tiene aún más dosis de esa información i

Otras calistenias.

Necesito elaborar más en un tema apenas revisado hoy: Los "Pensamientos". Más específicamente, los míos. Mis pensamientos no los merecen la gente que no quiero. La gente que quiero, merece mucho más que mis pensamientos. Entonces, parece que estoy condenado a cargar con ellos, por siempre. Mi siempre, por lo menos. A todos lados, en todas las circunstancias. No me gusta pensar esto, (Ahí va, otro al costal)que un pensamiento,que nació al mirar un documental sobre derechos elementales de los ciudadanos de Estonia, va a brotar, incompleto e inopinado, en medio de una discusión sobre las virtudes de la albahaca en un omelette. O peor, mientras le informo a mi hijo sobre la necesidad de usar vestimenta al salir a la calle. O un oscuro y bajo pensamiento, muy bajo, que nació en los tobillos de una mesera para envolverse en sus muslos, sea regurgitado al ser forzado a extenderse en los resultados de una reunión con voraces comerciantes. Y así,tópicos absolutamente dispares co