Sitting here.
La noche ha sido larga y en las sombras no encuentro tu perfume, me incorporo y sé que la brisa traerá ecos de la música que era mi delicia esas tardes cuando ser niño era fácil y natural, cuando todo era misterio inofensivo, todo tenía esa irrealidad blanca, esa voz de terciopelo que te invitaba al cielo puro de la risa, al juego entre otros que eran tus iguales, tus hermanos, tu sangre en otras risas que bailaban y se agitaban y todo era la bellísima mañana eterna y nada se inmutaba ni la tormenta ocasional que jalaba los relámpagos, los gritos y la suave toalla, las manos de mamá que nos alcanzaba el mundo, nos daba descanso del regocijo con sus manos que eran tan portentoso fuerte que nada las venció nunca. Jamás. Ya luego lo demás, ya luego la vida empujándote a la impresión, al juego nuevo de la apariencia, donde tímido te deslizabas entre mesas buscándo algo así como tus hermanos, pero diferente, algo que también encajara en ese miedo blando del que sale al baile con sus zapatos buenos, sus ganas bien contadas y sus pesos inútiles, las manos y los ojos ya para tan otra cosa, para andar otras sendas, con otros fines; las distancias comenzando a empujarnos a diferentes esquinas y el mundo, ese bólido ebrio que nos sedujo tan pronto, nos lleno de dulces licores y nos alcanzó glorias repentinas, tan súbitamente, tan refulgentes, como no extraviarse, como no seguir la madrugada a su guarida si se estaba tan bien si después de esto ya venía lo otro, la corbata, el café, la prisa estacionada, las manos para alcanzar billetes, los ojos para llorar a oscuras.
Pero para qué, si dicen que el tiempo es redondo. Aquí me quedo esperando la vuelta.
Pero para qué, si dicen que el tiempo es redondo. Aquí me quedo esperando la vuelta.
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gran prosa Cronco, de esas que la nostalgia impone como primado existencial