Asociación luctuosa

Las consecuencias son siempre el adecuado devenir que fraguamos desde nuestra inexperiencia, inocencia o a veces franca estupidez. Dos o tres veces a la semana el café se me antoja de cualquier otro lado que no sea alguna de mis cafeteras. Una Krups con doble jarra, capaz de preparar un expresso para matar perros y con la habilidad de arrojar vapor a temperaturas endemoniadas que espuma la leche que da gusto, ergo, tengo capuchino cuando me viene en gana, también prepara un mediano americano, nada especial. La otra es un gusto artesanal, un percolador tipo francés, ese si hace un americano delicioso. Pero como mencione antes, a veces se me antoja el derroche y hago línea en cualquier starbucks o coffee bean que esté a la mano.
Como sea, la noción de salir a conseguir un café se antoja como pretexto nada más, una escapada inocente sin mayor consecuencia donde lo que se busca es aire y la distracción natural que la calle ofrece. Nada más que no siempre es así.
Hay factores que se confabulan para ofrecer una fractura en la cotidianeidad, así paso ayer, donde el abrigo era imperativo por el extrañísimo descenso en la temperatura y el café apetecía aún más. Así que después del beso a Dante y a Laura (Cris y Alpha son almas libres que rara vez pisan su casa) salgo. Laura tenía los ojos de reproche puestos y Dante la imitó en miniatura, pero después de prometer un pronto regreso y lattes para todos, suavizaron su actitud.
El aire frío fue ya un primer paso dentro de eso que elevaría este día a dimensiones más bien fluorescentes.
El auto se animó a tocar una canción de Michael Bubble y la calefacción me ayudo a pensar en navidades con fogatas y arbolitos y pendejadas así, el viento, un poco más intenso, hacía volar las hojas caídas y eso me llevó a recordar la película de American Beauty, la parte donde el adolescente narcomenudista graba con su videocámara como el viento juega con una bolsa de plástico y así me fui con una deliciosa asociación de pensamientos que me dejo con un excelente estado de ánimo para cuando llegué a la cafetería.
Este lugar me gusta porque tiene un parecido a otro café en Guadalajara, el Mondo, un parecido superficial y solo en algunos detalles, pero bueno, se asemeja en algo. Hay que tomar en cuenta que en este país lo importante es la marca y la capacidad de ésta para multiplicarse y a pesar de que simulan ser espacios acogedores y aptos para la conversación y el relajamiento, no lo son, y tan pronto como uno adquiere su producto, se siente urgido a retirarse, a salir del lugar bebiendo a grandes zancadas. Y bueno, yo quería café y el lugar me recordaba al Mondo.
El barista recibió mi orden y después de interrogarme (Size? Soy milk?, double shot? Whipped cream?; no cabrón, CAFÉ) procedió a la preparación. En algunos gestos el barista me recuerda también a Mateo, dueño del Mondo, con la diferencia significativa de que Mateo saludaba y resultaba agradable. Bueno, sentado en la mesa junto al ventanal, donde puedo ver el libre tráfico, la gente, los autos, las prisas, los rostros, me sorprendo al descubrir que tengo un bolígrafo en la mano, y en la servilleta de papel un número escrito: 08/93.
Primero, traer un objeto para escribir es algo que ya no hago frecuentemente. Antes si, traía una o dos plumas en el bolsillo de la camisa, ahora casi ni uso camisas; por mi trabajo y por no tener que abotonar tanto, solo camisetas, o suéter. Entonces, el bolígrafo, supongo que de manera inconciente y distraída, después de guardar el zippo en el bolsillo interior de mi saco, sustraje una pluma que dormía ahí desde hace años, creo; y del mismo modo, escribí eso.
No estoy conciente de haberlo hecho, no lo recuerdo, y ayer debo haber resultado algo cómico para cualquiera que me hubiera visto con la servilleta en la mano y los ojos entornados, pero la pluma en mi mano y obviamente los números escritos por mi, ¿Qué era eso? ¿Una fecha?
Agosto del 93. Tenia 15 años, ya había terminado la secundaria, era verano y obviamente estaba de vacaciones, no entraría a la preparatoria si no hasta febrero del 94. ¿Que carajos hacia esos días? Adolescente inquieto, ligeramente libertino, con tendencias a sentirme mayor que mis congéneres, con los que jugaba basquetbol y planeaba viajes que nunca hicimos. Proclive a la exageración, al engaño inerme, a la presunción y a la masturbación, como cualquier otro adolescente. Ah, agosto del 93, que vida.
Aquí no hay relleno, si quiero mas café hay que pagar por otra taza, esto no es el Mondo después de todo. Hay una línea de tres antes de llegar al doppelganger de Mateo. Me entretengo leyendo la camiseta del zoquete delante de mí, la letra esta incrustada de calaveras y huesos y adornos góticos y me toma algún tiempo entender: Wasted.
Otro café, pero este grande (Que aquí significa chico, que estúpido), mi mesa esta desocupada, y entonces me doy cuenta que soy el único que permanece en el café, los demás parecen entender perfectamente lo que los mercadólogos idearon con un grupo de malvados decoradores,
el mensaje implícito en las paredes y cuadros y muebles del lugar: Hello, welcome thank you, bye, come again.
Entonces, wasted. Desperdiciado o desechado, aunque coloquialmente también significa absolutamente pedo, perdidamente borracho. Pedísimo. En el 93 ya me había puesto pedísimo bastantes veces, gracias a la protección de mi hermano mayor, que me llevaba a las fiestas de los primos donde todo era Herradura y squirt y las amigas de mi primo, que siempre se veían diferentes, quizás por mi gradual intoxicación. Eran fiestas largas donde pasaba todo lo que debe pasar cuando un grupo de imbeciles se reúne con el solo objetivo de ingerir alcohol hasta decir basta.
Es fácil recordar a mi hermano y al primo de la casa hablando con los policías que venían a callarnos, o la vez que nos echaron bala porque a éste otro primo se le ocurrió llevarle serenata a una exnovia, que ya estaba casada.
Este primo en particular siempre hacia las cosas mas trincadas borracho, y a veces sin estarlo, como cuando le estrelló un ladrillo en la cara a un cuate que no quiso ir a traer más hielo, o cuando cortaba cocos con una motosierra. Para cuando recuerdo esto me estoy riendo, y solo gracias a que estoy completamente solo en el café y que a Mateo le importa un pito lo que haga, no paso una vergüenza innecesaria. Me repongo y vuelvo a ver la servilleta y la fecha: 08/93.
Vuelvo a pensar en el buen primo, ahora casado, con una bebe hermosa. Tuvo que asistir a alcohólicos anónimos por algun tiempo y todavía recae de vez en cuando, pero nunca como antes, como en el 93, ese año murió su mamá, mi tía, él lo tomó muy mal, y no era para menos, ella era muy joven todavía.
Hacía mucho, mucho que no pensaba en eso, todos queríamos mucho a mi tía y por supuesto nadie esperaba que eso pasara.-Murió en agosto- pensé abruptamente.
De la servilleta pasé la vista al ventanal. Jamás he sido un creyente en fantasmas y esas historias no me entusiasman tanto como para escribir todo esto, pero esto en realidad pasó.
Detrás del ventanal, de manera clara la vi pasar, con un abrigo café que recuerdo de las fotos que mamá guardaba y precisamente al pensar esto se activa todo el mecanismo neuronal para explicar estos fenómenos, memorias comprimidas que brincan del subconsciente en ciertos estados mentales, alucinación inducida por recuerdos dolorosos y en medio de este ambiente de rescate de la lógica yo ya estoy en la calle con el café y la servilleta y una cara de contrariado que advertía a los transeúntes a mejor apartarse. Mi idea era alcanzarla, creo, o tal vez huir aterrorizado.
Camino a casa, me detengo a comprar el latte de Laura. Al llegar le platico mi historia, y esta mujer, me mira con sus dulces ojos y me dice: No mames.
Dante no dice nada porque no habla todavía, o porque se enojo porque no hay latte para él
Y mientras Laura se ataca de risa, yo decido no contar mas esto, así que lo escribo.
Que descanse en paz mi tía.

Comments

che boludo, que relato tan conmovedor...
eso es la nostalgia de que hablo y no la tristeza, no, esa es patrimonio de quienes nos aman,
Adrián Naranjo said…
bueno, che, la palabra tristeza tiene, en realidad una conotación muy vapuleada en el español; precisamente por lo que mencione antes, se le ha prostituido, demasiado común, demasiado corriente. De ahi tenes que me guste pensarla en ingles, che, fijate la diferencia: Sadness.
Viste? es un estado majestuoso, es una suavidad oscura. Yo no se, una de las palabras que suena mejor en ingles, creo.
y qué me decís de Saudade...?
mejor aún no?
de hecho bella y perversa...
pfff
saludos
Adrián Naranjo said…
De acuerdo, Saudade es aún mejor, lo cual prueba mi punto.

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