Desde el frente.

La felicidad redonda que nos acompañaba
la sencilla gloria de sabernos cerca
al alcance de los labios, del hombro.

Acompañarnos en la miseria
en la súbita bonanza
en el atardecer donde dijiste siempre
y me dejaste como idiota
pensando que significaba semejante palabra.

Esta simple alegría que me colma
estos atisbos de eternidad que me legas
son trincheras
son el pertrecho que llevo al frío de esta lejanía
al sol de cada mañana que me encuentra solo
al cástigo de los otros y sus manos enlazadas
a sus besos inmisericordes
a sus caricias burlescas
a la risa que los eleva hasta donde no puedo verlos.

Extraño,
tengo provisiones
pero el hóstil amor autóctono
arrecia la ofensiva.
No tardes.

Comments

Ay Cronco...

es lo que te digo
Miréia Anieva said…
Ese final es implacable. Qué belleza.

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