Ambulatorio

En estas mañanas, la neblina se antoja como un paño de verguenzas. El camino es llano y con suerte no llegare a tiempo. Con mas suerte ni siquiera llegare. El cafe que bebo ahora es un magnifico ejemplo de como algo de buenisima calidad se puede malograr en la preparacion. Y conozco tantos ejemplos de esto. La ventanilla abierta acepta condescendiente la expulsion del liquido, que se volatiza maravillosamente a 75 millas por hora. Ahora tengo el pretexto de parar para comprar otro. Imagino que en algun lugar de la ciudad, alguien prepara cuidadosamente los brillantes instrumentos, esteriles, frios. Listos, filosisimos.
Recurro al silencio simulado de la carretera, para repasar los eventos. El ahogado reproche de Laura, mis palabras, inconsistentes, casi inseguras: -Esto, como sea, lo tengo que hacer solo, de estar tu ahi, quizas me distraerias, quedate aqui-. Sin embargo, aunque no lo reconozca, tengo temor.
La estacion de servicio. Gasolina y cafe, de mala calidad pero bien hecho. La mitad del camino y ya no hay vuelta atras. Un camel y el valor que uno imagina da a los condenados y acelero.
En la ciudad alguien revisa la lista, marca mi nombre, espera.
El filo de una navaja resplandece.
Me ha pasado antes, ante lo inevitable, el horror inminente, me compongo, decisivamente avanzo, los puños crispados. Se abre la puerta.
Salgo cojeando, adolorido, pero vivo. A pesar de que la sangre que emano por la herida es mas de la que me hubiera gustado.
El doctor dijo que coma mas verduras verdes, tengo mala coagulacion. Y que use jabones suaves, mientras cierra la herida. Un dia de descanso. Odio las operaciones ambulatorias, y los quistes de grasa.
P.D. Agradezco a Hemisferia por hacer posibles las "ñ" en este y en subsecuentes relatos.