Agua

Quiero la tormenta
quiero al sol subyugado
obnubilado
tras la reja gris de la nube
quiero el azote
el granizo en el lomo.
Quiero el deslave
el olor de la tierra muriendo
huyendo al relámpago
transmutándose.

Quiero el cielo negro
el transcurrir líquido.
¿Cuanta sangre mía
no ha corrido sobre el agua?
Quiero el atardecer
perdido en la noche,
el nunca flácido
de las horas entrópicas.

Quiero la lluvia eterna
el diluvio merecido
sin causa ni efecto,
el trueno que espanta
a todos los sonidos,
perderme en él
en la vibración
los segundos después;
los ojos apretados
las orejas aprisionadas
entre las manos.

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