Nos venimos desgastando de tantas noches, en nuestras manos se arrastran telarañas de años negros, de cansancio, de podredumbre. Un lívido hartazgo que se compone de constantes desengaños, de autocomplacencias reventadas, nos deja un velo en los ojos. El espejo nos recuerda a la bestia, a la aberrante costumbre de asegurar nuestra permanencia, nuestro cándido, estúpido camino de esperanzas muertas, declaradas muertas hace ya tanto. Que el sol queme nuestra espalda por siglos, que cada día nos encuentre vacios,temblorosos, expectantes de quien sabe que, que el látigo en las horas nos llene de llagas la mirada, que este descenso interminable multiplique sus húmedos escalones indefinidamente, que nos encuentre siempre la noche con maleta en mano, que no hallemos nunca un lugar donde la palabra nos desnude su significado. Que no nos miren ojos tibios de amor, que no se tienda la mano, que no haya testigos de nuestra caída.