Esto es siempre

Tirso tomó el tiempo necesario para reincorporarse, los músculos de las piernas aún estaban temblando y temía que sus dedos no recuperaran la movilidad.
Finalmente logró poner su mano sobre el bastidor y pudo presionar los botones para abrir la cámara de animación suspendida.

No sabía cuanto tiempo había dormido y apenas atinó a entrar en la cámara de nutrimento para engullir dos cápsulas y un envase gel. Bebió agua y se sentó al borde de la banca. Sintió frío y fue a vestirse.

Mientras se vestía recuperó del receptáculo su pulsera. Recordó perfectamente a Clara. Se puso la pulsera y sonrió. Que fácil parecía todo entonces.

"El destino de la humanidad está en las estrellas" decían con mucha frecuencia en esos días y a Tirso como a la inmensa mayoría, eso le sonaba solo como la presentación de otra película de ciencia ficción. Y es que entonces no era tan patente: el mundo ya se preparaba para expulsarnos.

La Tierra estaba harta de la peste humana y había comenzado a tomar medidas. A Tirso y a los demás les gustaba interpretar lo que sucedía solamente como fenómenos naturales, unos más severos que otros.

Como si los fenómenos naturales no pudieran ser también una franca declaración de guerra.

De cualquier manera, algunos pocos si entendieron el mensaje y comenzaron con los preparativos.


Tirso entró en la cámara de higiene y defecó felizmente. Esta hibernación debió ser más larga de lo programado, porque su digestión fue al menos 3 veces más rápida de lo normal. En las 2 reprogramaciones de curso anteriores habían pasado hasta 6 horas antes de sentir la urgencia.

Esta es una de las palabras que a Tirso siempre le habían generado siempre conflicto: la urgencia.
Le costaba ponerse de acuerdo con el resto de la humanidad sobre que temas y situaciones, debían ser tratadas como urgentes. De hecho esta característica suya lo había llevado a conocer a Clara.

Las crecientes temperaturas nos habían llevado a utilizar de manera continua y obligatoria el aire acondicionado en cualquier interior. Con el uso ininterrumpido del sistema de aire acondicionado, había nacido un poderoso sindicato de técnicos de A/A. Flores de los últimos días, esta mafia generada por la necesidad, cobraba precios excesivos y exigía cada vez más respeto y privilegios. Como todo mal necesario, tenía que ser tolerado y había que entender la urgencia de congraciarse con estos sujetos.

Tirso pensaba que si tenía que pagar precios exorbitantes a un técnico para el mantenimiento de su aire, y además rendirle pleitesía al imbécil, por lo menos tendría que caerle bien.

Pasaron varios meses y aún no podía decidirse. Todos eran la definición del pendejo por excelencia y cada día se superaban. Así que Tirso comenzaba a creer que nunca iba a darle mantenimiento a su sistema de aire, que ya daba muestras de mal funcionamiento.

Por esos días, alguien en su trabajo le había mencionado a Clara, una chica que laboraba bastante cerca en unas oficinas y que sabía darle el mantenimiento al sistema de aire, y que por alguna razón, no fue admitida en ninguna de las compañías oficiales de servicio de A/A. Cobraba considerablemente menos y era muy agradable, le dijeron. Al escuchar esto Tirso aceptó finalmente la urgencia y salió a buscar a Clara.


Salió de la cámara de higiene aún un poco tembloroso. No recordaba haber sentido esta debilidad prolongarse tanto, después de salir de la animación suspendida. A través del ventanal oriente pudo observar 2 enormes lunas, casi eclipsándose. En la reprogramación de curso anterior, pudo observar 6 casi alineadas. Fue hermoso, piensa.
Lástima que fue otro sistema solar negativo también.

23 años había estado en hibernación antes de despertar para la reprogramación anterior, la segunda en su vida. Por sorprendente que fuera, a Tirso ya le empezaba a parecer cotidiano.

23 años era también la edad de Clara cuando la conoció. Llegó a su casa ya tarde, una tormenta monstruosa le había evitado llegar a la hora acordada y aún así, llegó completamente mojada. Tirso le alcanzó un par de toallas y le sirvió un chocolate caliente. Clara sonreía radiante; nadie antes le había ofrecido chocolate caliente. Con los calores de los últimos años, era sorprendente que alguien siquiera pensara en tener chocolate en casa. Así se lo hizo saber a Tirso, le dijo que era simpático. Tirso se encogió de hombros, le devolvió la sonrisa y se miraron un poco más allá de lo necesario. Clara recogió su herramienta y bajaron al cuarto de máquinas del edificio.

Clara volvió un par de meses después, y sus visitas se hicieron frecuentes. A veces a dar mantenimiento al aire y a veces no. Tirso era feliz con sus visitas. Su cercanía le producía una tranquilidad absoluta, llana y cálida. Curiosamente a Clara le gustaba mucho la tranquilidad de Tirso, su manera hipnótica de hablarle y mirarla; el mundo se iba irremediablemente a la chingada y Tirso vivía feliz mirando a Clara.


Aún frente al ventanal oriente, Tirso se mantenía absorto mirando las lunas y acariciaba con un dedo la pulsera tejida que Clara le había dado, justo antes de que los hicieran subir a sus respectivos módulos de exploración. A Tirso inicialmente le parecía que evitaban deliberadamente utilizar la palabra "espacial". Poco después entendió que ya era innecesaria, ya todo sucedía en el espacio exterior, era tonto seguirla utilizando.

Para estas alturas, ya comenzaba a concordar con las palabras del Oficial Superior en su última conversación, cuando le solicitó su nueva ruta para la reprogramación anterior; él dijo fríamente y hastiado: "No le veo ya el caso, es muy seguro que no encontraremos nada, ni a nadie. De verdad estuvimos siempre solos en todo el puto universo; ninguna de los 20,000 módulos ha reportado nada, en ningún lugar. Es una joda. De cualquier modo, van sus coordenadas".Tirso asentía para sí en el ventanal.

Aún así, se guardaba sus esperanzas, aún no exploraban todo. Alguien encontraría algo, o aún mejor, sería encontrado por algo y entonces podrían volver, reprogramar el curso a un punto común. Ver nuevamente a Clara, poder abrazarla.

La última vez que pudo abrazarla, fue precisamente en el cuarto de máquinas de su edificio. Justo después del abrazo, entraron 3 policías. Les solicitaron su licencia del sindicato de técnicos de A/A y al no poder presentarla, fueron arrestados. Tirso se encogió de hombros, sabía que la reparación sin licencia era ilegal y habría alguna penalización que cubrir, en cambio Clara si parecía nerviosa. En el trayecto a la comisaría, le explicaba a Tirso sobre gente que había sido detenida últimamente y no se había vuelto a saber de ellas.

Estuvieron en la comisaría por 2 días. Debido a la tormenta, el sistema telefónico había sido suspendido, se disculparon con ellos por no poder ofrecerles su llamada. Debido también a que la actual tormenta llevaba 18 días y no amainaba y a que la comisaría estaba en un terreno bajo, serían trasladados a una instalación más segura.

En esa nueva instalación, junto con alrededor de otros 80 detenidos, les revelaron la verdad.

De manera breve y lacónica, les informaron sobre el esfuerzo internacional para preparar a 20,000 voluntarios para tripular los módulos de exploración. Aquellos que interpretaron correctamente y justo a tiempo las advertencias de la Tierra, entendieron que no se sobreviviría a las catástrofes venideras, y debido a ese ciego, torpe y primitivo instinto de conservación, decidieron mandar los módulos de exploración para: A)Encontrar un planeta habitable. B)Localizar inteligencia que nos ayudara a resolver el embrollo en el que nos habíamos metido.

Debido a las calificaciones y conocimientos de cada uno de los detenidos, eran prospectos ideales para formar parte de la delegación de este país. Aunque no fueran propiamente voluntarios, todos aceptaron y participaron en el proyecto. Tirso servía a su propia urgencia, mantenerse cerca de Clara.

Pasaron por un entrenamiento exprés de 3 meses, fueron reunidos con el resto de voluntarios en algún punto al sur del planeta y sin ningún mensaje a la humanidad, sin honores ni aspavientos fueron lanzados al espacio en una inmensa nave nodriza. Pasaron por su primera animación suspendida, de la que despertaron 18 años después, con noticias desalentadoras: varios años de sequía, 2 terremotos sin precedentes y una tormenta polar que había durado 6 años habían aniquilado hasta al último humano en la Tierra. Ahora la humanidad entera flotaba a la deriva en una nave nodriza. Mientras les informaban esto, en la gran sala común, Tirso vio llorar a Clara por primera vez.


Separándose del ventanal, Tirso caminó hacia el centro de control. Sumaba: 18 años en la nave nodriza, 21 en la primer reprogramación, 23 en la segunda, más lo que haya durado en esta. Calculaba 60 quizá. Le dio un escalofrío, tal vez 90. Podría llevar más de 100 años sin ver a Clara.

Aunque al final de su entrenamiento, les habían explicado las características que se suponía debía tener un planeta, una luna o lo que fuera para ser habitable. a Tirso siempre le había parecido que los módulos de exploración servían más para ser encontrados que para encontrar nada.

Diversas antenas se mantenían enviando señales de auxilio, cada módulo contenía toda la historia y conocimientos de la humanidad y además, un humano.

Tirso calculaba haber estado en por lo menos dos docenas de sistemas solares y le inquietaba la idea de ser encontrado mientras estaba despierto. Casi prefería que si una inteligencia superior lo recogía de su vagar estelar, fuera durante su fase de sueño. En ese caso, prefería que Clara no fuera encontrada en lo absoluto por nadie. Aunque la esperanza de ser encontrados se iba desvaneciendo, parecía que ningún módulo se toparía con nada ni nadie, en su silencioso flotar eterno, alejándose cada vez más en el universo.

Finalmente Tirso se sentó frente a los controles del módulo. Los niveles estaban bien y todas las funciones del módulo normales. Activó la comunicación con la nave nodriza.

Nada. Estática sin respuesta.

Al pasar el último planeta de este sistema solar, comenzó a vislumbrarse su sol. De alguna manera, eso era un amanecer.

Revisó la bitácora interna del viaje y comenzó a temblar de manera incontrolable. Gruesas lágrimas corrieron por su cara. Gimió como animal herido.

Tirso había dormido 618 años. Hace casi 200 años se había perdido comunicación con la nave nodriza y en un último comunicado les habían informado todo lo que necesitaban saber para el resto del viaje: Los módulos de exploración podían convertir la radiación espacial en la energía necesaria para mantenerla funcionando indefinidamente. Si mantenían los periodos de hibernación constantes y prolongados, las raciones y el agua serían suficientes para digamos, siempre. Las coordenadas de miles de rutas de exploración habían sido cargadas a los controles del módulo y mantendrían su viaje, hasta los límites hipotéticos del universo, de ser necesario. Les deseaban éxito y una buena vida.

Supo entonces Tirso lo que supieron aquellos que previeron el final de la vida del hombre en la Tierra y los arrojaron en estas botellas al mar sideral: estábamos solos, verdadera y rotundamente solos. Todas las teorías, los supuestos avistamientos y visiones, habían sido solo nuestro pavor absoluto ante la orfandad universal, contándose cuentos para darse ánimos.

Era imposible comunicarse con otro módulos o modificar las rutas preestablecidas, pero existía una especie de mapa donde Tirso podía entender el estado actual del resto de la flota de módulos y las rutas que seguían. Se esforzaba por adivinar en que módulo estaría Clara, que ruta tenía, por inútil que esto fuera.

Recogía sus lágrimas con el antebrazo izquierdo, sintiendo la pulsera contra su rostro. Constantes y pequeñas convulsiones lo atacaban mientras constataba que todos y cada uno de los módulos mostraban actividad, y que en alguno de ellos estaba Clara viva, sufriendo esa inmortalidad forzada, sintiendo esa bestial soledad.

Las rutas indicaban lo obvio, los módulos estaban alejándose cada vez más unos de otros, en cantidades ilegibles de años luz, dientes de león esparciéndose con los vientos espaciales, ejemplificando la auténtica definición de lejanía.

Y la soledad. El espacio y tiempo hacían de Tirso, pobre creatura casi milenaria, derrumbada en el suelo, uno de los últimos seres vivos del cosmos, aplastado por la soledad y la distancia. Recordaba la mano nítida de Clara alcanzándole la pulsera que había usado desde que la conoció.

-Ten, para que me recuerdes

-Gracias, la usaré siempre

-Siempre es mucho tiempo, ¿no?- Dijo ella burlona

-O hasta que te vuelva a ver- Alcanzó a decir Tirso

-Entonces si será para siempre, creo- Dijo Clara al subir a su módulo y dedicarle la última sonrisa


Tirso alternaba su mano izquierda para limpiar su rostro y la derecha garabateando en el aire.

Estaba vivo, como fuera estaba vivo en un universo que contenía aún un puñado de hombres y mujeres, entre los que estaba Clara.

Se incorporó y caminó a la cámara de animación suspendida. Selló el tanque e inicio el proceso. Mientras caían sus párpados y exhalaba su nuevo último aliento, sintió algo como una caricia.

Abrió de golpe los ojos y cayó estrepitosamente al suelo, tras la apertura repentina del tanque.Sentía dolor, dolor como nunca antes en todo el cuerpo. Vomitó y sufrió enormemente para volver a respirar, su visión estaba borrosa y no conseguía ponerse en pie. Estaba desmayándose cuando distinguió un ruido familiar en el módulo.

Despertó oyendo el ruido específicamente. Era la alarma de falla en la energía del módulo, que les habían hecho escuchar en los entrenamientos. Les explicaron que solo se activaría si se cortara el suministro de radiación espacial para alimentar al módulo. Es decir, que ya no estuvieran más en el espacio. Además Tirso sintió una sensación ahora inverosímil: Estaba cayendo.

Logró ponerse en pie y avanzar directo al ventanal oriente, en la plataforma de observación. Alcanzó a cubrir sus ojos. Un resplandor imposible inundaba la plataforma.

Tras unos segundos logró ver: muy cerca otro módulo, un poco más lejos otro y allá otro más, todos descendiendo. Corrió al ventanal poniente y pudo atestiguar media docena de módulos cayendo y aún más; abajo, en algo similar a un océano, cientos de módulos flotando. Llovían módulos de exploración en este planeta.

Tembloroso, llegó al centro de control y activó el protocolo de descenso de emergencia y dudoso revisó el tiempo de hibernación. No pudo leer la cifra y apartó la vista de la pantalla, varios miles de años.

En realidad lo importante ahora era consumir algo y bajar a reunirse con los demás, que de alguna manera, habían encontrado la manera de llegar al mismo punto.

El módulo descendió suave en el acuatizaje. Tirso masticó desesperado varias cápsulas y engulló varios tubos de gel. Pasó todo con un gran trago de agua. Jamás había disfrutado comer eso, pero ese día lo hizo.

Después de varias horas flotando y poder saludar a otros que también se mecían suavemente en sus módulos, pegados a los ventanales, llegaron a tierra firme.

Al observar a otros ya fuera de los módulos,abrazándose y brincando, Tirso se animó a abrir el suyo.

Poco a poco respirar, temeroso poner un pie fuera del módulo, observar hasta donde pudiera la costa: miles de módulos, miles, tal vez todos, con sus tripulantes maravillados estrechándose y cantando. Era curioso como a todos les resultó lo más natural salir y respirar de este aire. Tirso apenas estaba pensando en esto cuando ya corría a lo largo de la playa esquivando amablemente a los demás sobrevivientes, mientras buscaba por supuesto a Clara, pero eran tantos, y todos tan llenos de júbilo.

Se detuvo frente a un grupo grande, donde observaban algo. En el centro, había un animal, muy similar a una tortuga.

-Es una tortuga- Declaró un tripulante viejo- Por imposible que parezca, este animal es una tortuga, puedo afirmarlo yo, que soy o fui biólogo, decía tembloroso -Está desovando, en esta playa, esta es una tortuga-.

No había terminado de decir esto cuando un grupo que se había aventurado tierra dentro, llegó informando:

-Allá hay plantas, palmeras, insectos y aves, justo como los de la Tierra-

Mientras se agregaban más tripulantes al grupo, y seguían cayendo módulos del cielo, dos mujeres se acercaron preguntando si había algún antropólogo, o paleontólogo, o algo similar. Habían visto más al sur a una familia nativa, que huyeron al verlas. Parecían humanos, dijeron, pero extraños, primitivos.

Tirso comenzó a salir del grupo cuando comenzaron las especulaciones, sobre la posibilidad de que su viaje no hubiera sido a través del espacio, sino a través del tiempo, la probabilidad de haber conseguido regresar a la Tierra, en los albores del hombre, y así cosas por el estilo.

Tirso se alejó un poco y se sentó en la arena. Con toda la naturalidad, vio a Clara algunos veinte metros a su derecha, sonriendo y acariciando su cabello. Tirso la miraba satisfecho, sonriendo, pensando que finalmente había estado con alguien desde siempre y ahora aparentemente, para siempre.




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